La guerra comercial y la incertidumbre mundial  

Carlos Pita, exembajador de Uruguay en Chile, Reino de España y Estados Unidos

A partir de la entrada en vigencia de los aranceles anunciados por Trump por un total de 104 %, el miércoles 9 de abril, el Ministerio de Finanzas chino anunció para el día siguiente un 84 % de gravámenes para los productos de Estados Unidos. Luego de la respuesta china a la imposición de Estados Unidos de un 34 % días atrás con un idéntico número, ahora lo vuelve a hacer replicando con un 50 % adicional a los 50 % agregados por Trump y que entraron en vigencia un día antes. 

A ello se suma el anuncio de la Unión Europea, que votaba el jueves 10, al cierre de esta edición, medidas en contra de la primera andanada de Trump al acero y el aluminio, aun dejando abierta las puertas de negociaciones en otros rubros.

Si bien Trump afirma que “China está desesperada por llegar a un acuerdo”, sus autoridades han expresado estar dispuestas a la mayor firmeza en responder a la guerra comercial, y China tiene un manejo del tiempo históricamente reconocido, frente a Trump, que tiene plazos mucho más cortos.

Mientras, las bolsas siguen cayendo a cifras históricas en el mundo, y todos los economistas pronostican una recesión de la economía mundial. El precio del petróleo se dirige a una baja. El Banco de Inglaterra ha advertido de la gravedad de la situación de los fondos de retiros y pensiones. En Estados Unidos se están produciendo aumentos de precios y se pronostican pérdidas en el corto plazo de un millón y medio de empleos. 

Se están produciendo alrededor del mundo acuerdos económicos y comerciales de diverso tipo, y se han anunciado inicios de negociaciones no imaginadas hasta ahora en la producción automotriz entre China, Europa y Canadá. El efecto de la guerra comercial desatada por la administración de Donald Trump está siendo muy negativo y a nivel mundial se pronostica una recesión global. Estados Unidos está generando un nuevo “orden internacional” que está haciendo desaparecer el viejo orden creado después de la Segunda Guerra Mundial y terminado con la globalización iniciada en los 90 del siglo pasado. 

Voceros y miembros del equipo económico de gobierno han comentado la posibilidad de castigar a China con una confiscación de bienes (fábricas, propiedades y activos financieros). Las respuestas a esa supuesta escalada podrían incluir acciones de venta masiva de bonos del tesoro de la deuda de Estados Unidos, de la que China es poseedora de un gran porcentaje junto a Japón, que ya anunció su disposición a ventas masivas. A ello se suma la guerra por el valor de las monedas. Y el trasfondo es uno de los pilares con los que Estados Unidos construyó su hegemonía al imponer el dólar como moneda universal en la posguerra mundial. 

La gravedad de esta situación es reconocida casi unánimemente, salvo por Trump y su equipo. La posibilidad de negociaciones futuras hace que muchos duden de su duración y de sus resultados. El tono “extorsivo” y “amenazante” de Trump (por momentos con lenguaje escatológico), utilizado al principio contra sus socios y vecinos del TMEC (México y Canadá), luego generalizado, implantando la geopolítica de la imposición por la fuerza o por la amenaza de su uso, ha barrido con todas las reglas del orden internacional que su propio país había contribuido a gestar en forma decisiva y protagónica (a pesar de haberlas violado en incontables ocasiones). 

Este “neoimperialismo trumpista” hace gala de su capacidad militar, anunciando un incremento de su presupuesto armamentístico que lo elevará para este 2025. Es un momento en que Estados Unidos ataca con aranceles y medidas económicas que son armas comerciales y financieras a países aliados y a adversarios. La historia muestra el peligro de que las guerras económicas puedan derivar en confrontaciones armadas. 

El dato marca un momento del mundo en que la incertidumbre, la preocupación y el temor parecen alentar opciones de posibles reordenamientos políticos, partiendo de las necesidades económicas que habiliten nuevos ordenamientos regionales, y que esto lleve a un nuevo orden mundial basado en reglas que se terminen adaptando al fin de ciclo del imperialismo de Estados Unidos, agotada su hegemonía, y se configuren nuevos polos de poder. China está buscando sustituir a Estados Unidos, y parece estar en condiciones de hacerlo. 

La incertidumbre domina hoy todo pronóstico. Ahora Trump acaba de anunciar 90 días de pausa en nuevos aranceles, salvo para China, a la cual le acaba de fijar un 125 %. Resulta necesario tomar conocimiento de los contenidos de esa “pausa” y en qué consistirían para cada país. El anuncio generó un rebote en las bolsas en lo inmediato, pero no cambia sustancialmente el panorama global en lo cualitativo. 

Nuestro país debe actuar rápido y unido, buscando con pragmatismo, siempre preservando su autonomía estratégica, las alianzas regionales, latinoamericanas y extracontinentales que defiendan sus intereses y sus valores, acorde a su mejor tradición nacional, con una política exterior de Estado.

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